dimarts, 22 de gener del 2013

Al final, os daba miedo que cada polvo fuera el último y que todo se acabara*


"«Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es una media naranja, y que la vida tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta»


Ahora es Nochevieja y Álex está solo. El año nuevo no es más que un invento de la gente feliz para recordarte que tú no lo eres… y que además estás solo. Todo lo solo que se puede estar en una ciudad como Barcelona. Es decir, muy solo.


En Barcelona existen dos clases de personas: las que hacen algo guay y las que no hacen nada guay pero aspiran a hacerlo. Las primeras viven con el temor de perder su estatus. Las segundas viven con el temor de  no alcanzarlo nunca. Es una ciudad llena de miedo y soledad en la que todo el mundo disimula. Y esta es la Gran Noche del Disimulo.


¿En qué consiste exactamente el efecto NBA? Muy sencillo, es la suma de tres variables:
N de Novedad:
Acaban de llegar, son carne fresca, un regalo caído del cielo 
+
B de Belleza:
En grupo, las chicas bonitas son más bonitas que por separado, porque la belleza de una se diluye en la de las otras y la potencia
+
A de Alcohol:
En altas dosis (a estas alturas dos cervezas, dos copas de cava y tres gin tonics) siempre hace que las chicas parezcan más bonitas de lo que realmente son

-¿Tú crees en la predestinación?
–¿En que haya alguien esperándote y esas cosas? ¿Una especie de media naranja?
–Sí, eso mismo.
–Mira, es como la fe. No la tienes hasta que ves un milagro. Entonces empiezas a creer. Pero de jovencita, sí. Era muy enamoradiza. Ya sabes, la intensidad de las primeras veces. Con el tiempo pones más distancia. Construyes una coraza. Es estúpido, porque al final, por muchas veces que te caigas de la bici, siempre te haces daño. Pero es así, ya no tenemos veinte años, ya nos han clavado unas cuantas puñaladas en el corazón…

-Eso es porque las relaciones duran lo que dure el número de polvos que la pareja tenga asignados. Cuando se terminan, termina la pasión, termina la relación. Al final, os daba miedo que cada polvo fuera el último y  que todo se acabara. Por eso con el paso del tiempo las parejas dejan de follar, porque temen el momento  de afrontar que ya no están hechos el uno para el otro.

–Es la teoría más triste que he oído nunca.

–¿Cómo que soy un tío mayor? Soy un viejoven. Los treinta son los nuevos veinte.

–No, no, no, no. Los treinta son los treinta de toda la puta vida. Son los cuarenta los que son los nuevos treinta; los treinta no varían. Siempre serán la misma mierda: Peter Pan haciendo volar a Wendy, miedo al compromiso, chicas que vienen y van, promiscuidad versus paternidad… No, tío, los treinta ahí se quedan.


Porque querer, como vivir, duele.


Hay gente en este mundo que vive y muere sin sentir jamás esa punzada de dolor cuando el otro se aleja en un tren de los años cincuenta y uno se queda en el andén, agitando un gran pañuelo blanco con una triste melodía italiana de fondo. Ni esa punzada de alegría del reencuentro, en la habitación de un hotel con las  paredes de papel pintado color cálido y una lluvia nocturna repiqueteando contra la ventana. No se trata de  sexo, ni siquiera de amor. La felicidad es otra cosa. Como el agua que tratamos de retener entre las manos. Por mucho que juntemos los dedos para que no se escurra, todos sabemos que es inevitable: al final el agua siempre encuentra la manera de escapar, y sólo nuestros dedos mojados nos recuerdan que una vez estuvo allí.



«El amor te hace obrar bien y el amor te hace obrar mal. Te hace volver a casa pronto y te hace querer salir toda la noche.» Ése es el poder contradictorio del amor.

Pero creo que nos ha tocado crecer con la sensación de que para que la vida valga la pena hemos de tenerlo todo.


–En esta vida no hay nada para siempre. «Para siempre me parece mucho tiempo.»



–Porque después de la cabaña ya habrá sido real, y las cosas reales pierden su magia. Dejan de ser ideales, dejan de ser fantasías, dejan de pertenecer al mundo fantástico, al mundo de las películas y los relatos…
–Entiendo, pero ¿cómo sabré si están a tu altura? ¿Cómo sabré que vale la pena?
–Todas las chicas que valen la pena, Álex, todas ellas, todas esas chicas besan con los ojos cerrados."